En esta ocasión Agustín Laje y Nicolás Márquez no solo ponen a disposición del lector una magnífica obra desde lo argumental, estadístico y documental, sino también han abierto el debate sobre una ideología muy infectada por el socialismo que hasta el momento había estado disfrazada con los falsos eslóganes pacifistas del amor, la liberación y la igualdad. Es de suponer que tales causas han captado el apoyo no solo del ciudadano corriente y sin ideología (ya que el no adherir a tales reclamos lo convertirían en un sujeto “insensible y discriminador” condenado por la corrección política) sino también de muchísimos defensores de las ideas liberales y de centro (confundiendo el importantísimo limite a la coacción del Estado para las relaciones voluntarias entre personas, con el hecho de condecorar cualquier acción individual sin importar el perjuicio o degeneración que la misma conlleva para sus actores).
Como apéndice previo a los fundamentos minuciosamente detallados por los autores, tomare la siguiente sección para dar una breve visión sobre un tema bastante ignorado por los apologistas de la igualdad de genero.
Los defensores de la libertad sostenemos que la tolerancia al proyecto de vida ajeno (mientras éste no viole derechos a terceros) es el valor fundamental para la cooperación pacifica y para el desarrollo de una sociedad civilizada. Pero vale aclarar que, primeramente, para fundamentar tal principio nuestro análisis debe volcarse a la existencia de conductas naturales en nuestra especie que hagan de nexo entre el supuesto y la propia realidad (de lo contrario la defensa de tal principio sería con un mero fin utilitarista, y no de base moral-filosófica).
Los incentivos naturales a lo largo del desarrollo humano como especie han sido identificados principalmente por tres características, y cada una de ellas han sido contempladas en instituciones con el fin de reflejar dicho orden natural. Primera la razón, la cual conlleva el hecho de que cada ser un humano (en condiciones no excepcionales) puede tomar responsabilidad sobre sus actos (a diferencia de otras especies), y debido a este libre y consciente albedrío surge el concepto de derechos individuales como base del código jurídico. Segunda las relaciones voluntarias, las cuales hacen al aumento del bienestar de quienes actúan en dicho acto, y tal interacción solo puede ser representada con la institución que comprende no solo nuestro cuerpo sino las pertenencias obtenidas por trabajar e intercambiar con terceros: la propiedad privada. Tercera la heterosexualidad, siendo la única forma de reproducción de nuestra especie, así el humano a institucionalizado tal realidad por medio de la familia (formada por un padre, una madre e hijos).
Estas tres instituciones han sido las responsables de que nuestra especie se propague, evolucione, se desarrolle y no se extinga. Pero no es de extrañar que justamente el marxismo quiera atentar contra cada una de ellas, teniendo hoy en día como arma principal la inyección cultural-ideológica, y en este caso, un ejercito de predicadores de la ideología de genero que vociferan en contra del capitalismo (el sistema de libre propiedad privada por excelencia), la familia heterosexual y los derechos individuales (pretendiendo reemplazarlos por el sin sentido de los “derechos sociales”). Si alguien duda de tales inclinaciones ideológicas por parte de sus militantes solo basta con observar los afiches y escritos en cada una de sus marchas, siendo la postal del comunista y asesino de homosexuales Ernesto “Che” Guevara (además de maltratador de mujeres) una de las más vistas pancartas reivindicatorias (valiendo tal contradicción como mera prueba de que los actores fanatizados que participan de tales fetiches multitudinarios no tienen la menor idea de lo que defienden).
Los movimientos ideologizados homosexuales y feministas han priorizado su agenda a favor de una corriente de delirio intelectual presuntamente derrotada luego de la caída del muro de Berlín: el marxismo. La lucha por desvirtuar la naturaleza humana, dividir la sociedad y destruir sus instituciones no ha cambiado, sino son las formas las que han mutado por el simple hecho de que el cuento de lucha de clases entre burgueses y el proletariado fue totalmente refutado por los resultados del espectacular aumento de bienestar social en los países con tendencia más capitalista.
Vale aclarar que Márquez y Laje defienden la idea de que este marxismo cultural no solo esta comprendido por las ideologías de genero, también describen otros campos cooptados por el colectivismo como son el indigenismo, el ecologismo, el derecho-humanismo y el abolicionismo penal. Pero tales aristas de esta contaminante ideología maquillada de buenas intenciones las trataran en siguientes libros.
Para terminar con este breve comentario sobre tan polémica pero detalladamente documentada obra, vale aclarar que el fin del libro no es defender la prohibición de decisiones del fuero íntimo de cada persona y/o en relación con sus pares adeptos a tales hábitos, sino lo contrario, es promover ante todo la libertad de cada persona a interactuar con otros si en ese caso no hay violaciones a derechos de terceros. Dicho esto, los autores sostienen que defender la libertad no lleva a que cada accionar, por el simple hecho de ser “libre”, tenga que condecorarse con orgullo o como modo ejemplar de vida. La crítica se enfoca en la apología ideologizada de tales actos (contrarios al orden natural de nuestra especie) y a su exaltada y poco fundada adherencia generalizada, gracias a la influencia progresista politizada por parte de militantes e “intelectuales” que han teorizado el nexo perfecto para volver a enaltecer las banderas socialistas y así difamar a las instituciones que hacen a la evolución civilizada del ser humano: la libre propiedad privada, la Justicia y la familia heterosexual.
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