Durante los últimos años ha salido nuevamente a la luz de la opinión publica el complejo debate sobre las fronteras y los movimientos migratorios, ya sea por las fuertes posturas de los candidatos presidenciales estadounidenses del Partido Republicano, como también a causa de la complicada realidad de los refugiados e inmigrantes ilegales en Europa.
Debido a este contexto creo necesario analizar estos fenómenos teniendo en cuenta básicamente dos posturas: los que defienden la existencia de fronteras controladas con permisos/visados; y los que abogan por una libre entrada y circulación sin fronteras. Por mi parte solía ser defensor de la segunda postura, hasta que comprendí que la aplicación de esa teoría termina siendo una violación a la propiedad privada y pública de los ciudadanos locales.
Durante los próximos párrafos de este escrito voy a tratar de fundamentar esta idea de la forma mas concisa posible, para luego poder darle una aplicación frente a las diversas realidades contemporáneas.
Primero planteemos algunos interrogantes ¿Cómo funcionarían las fronteras en el caso de que el Estado no existiera? ¿Sería totalmente «libre» la circulación? ¿A qué estaría sujeta la misma? La respuesta es simple: el derecho de propiedad privada sería el que definiera las fronteras, y sus controles estarían dados según las preferencias de los propietarios.
Veámoslo de esta forma. Usted a su casa no deja entrar a cualquiera, es puramente subjetiva esa decisión, y es usted el que decide (esta en su libertad ya que es el propietario). Ahora, ¿Qué sucedería en una sociedad regida 100% por el comercio y la propiedad privada?
Los barrios seguramente serían comunidades de propietarios privados, tipo countries, los cuales decidirían las reglas por medio de cooperativas a nivel puramente local. Así se decidiría si alguien entra o no. Los habitantes de esas comunidades privadas tendrían su cultura, su lenguaje/dialecto, sus modos y tradiciones, y de seguro los protegerían, o sea harían un análisis real de quien entra a vivir en su territorio. Si los barrios privados vecinos fueran comunidades privadas civilizadas seguramente existiría un muy leve (o quizá nulo) control fronterizo, pero siempre sería un filtro que estaría definido por las preferencias comunes de los propietarios que llevaron a crear esa comunidad.
Pero, por el contrario, que sucedería si a 30 Km de esta comunidad libre y civilizada se encuentra una ciudad de 1 millón de habitantes donde hablan otra lengua, tienen otra religión, tienen otras costumbres y/o viven bajo un régimen estatista y explotador que los condena a vivir en la miseria, y por consiguiente son mas incivilizados debido ese contexto cultural y económico. En este caso ¿Qué harían los propietarios de las comunidades privadas? ¿Abrirían sus calles para que transiten y se muden a vivir de forma precaria cualquiera de estas personas provenientes de aquel país menos civilizado? ¿O ejercerían su derecho racional de propiedad privada, poniendo reglas y controlando la frontera de esa comunidad, tal como vos y yo decidimos discriminando quien entra y quien no a nuestra casa? Creo que el sentido común nos da la respuesta. Pero si a esta misma comunidad de copropietarios se le impusiera por la fuerza la apertura de sus fronteras, el movimiento migratorio sería tan marcado que afectaría notablemente la vida (la misma no deja de ser parte de la propiedad privada de cada individuo) de los habitantes de la comunidad privada, ya que la cultura, los modos, el lenguaje y las tradiciones son preferencias subjetivas individuales (y voluntariamente comunitarias en esta situación) que marcadamente se tienen en cuenta a la hora de elegir la admisión en este tipo de casos.
Dicho todo esto, y comprendiendo esta situación ejemplificada, creo que podemos deducir realmente de quien es la culpa de que hayan fronteras muy protegidas. No es un problema de los países mas libres y civilizados, sino culpa de los gobiernos saqueadores ajenos que mantienen bajo el umbral de la mediocridad y la miseria a millones de personas, desvirtuando así los incentivos migratorios. Pero no por esta realidad se debe violar el derecho de propiedad privada y los intereses de los individuos que viven en las comunidades mas libres (ya que eso sería hacer altruismo por la fuerza). A modo de ejemplo, podemos observar que los problemas fronterizos en Estados Unidos ocurren en la frontera con México y no con Canadá. El muro que construyen para tener un mejor control sobre el abuso de los inmigrantes sin permisos es de necesidad con el país menos civilizado y no con la frontera norte. Igualmente esto no quiere decir que el sistema legal estadounidense de inmigraciones sea el adecuado, el mismo tiene muchas falencias y por ello debe ser optimizado en pos de responder a los intereses contractuales que los propietarios locales tienen con personas del exterior.
Ahora, dejando de lado nuestro análisis teórico, hoy en día la realidad es que no existe en USA la situación de anarquismo de propiedad privada que utilice para fundamentar mi posición en los párrafos previos. Lo que existe es un sistema mixto de propietarios y un gobierno que representa los intereses de estos ciudadanos/propietarios. Con lo cual ¿Qué debería suceder en esta situación? ¿Debería el Estado dar vía libre a cualquier ser humano del planeta a moverse sobre el espacio público financiado por los ciudadanos/propietarios de ese país en cuestión? ¿O el Estado debería tratar de poner reglas que emulen al máximo los incentivos que tienen los ciudadanos a aceptar o no nuevos integrantes en las distintas comunidades? Esas reglas en una sociedad de libre propiedad privada se darían de forma local y espontánea, pero en éste caso existe un Estado central.
Tendríamos que ponernos a meditar sobre cuales serian estas reglas. Desde mi punto de vista, deberían tener como fin responder y respetar el concepto de propiedad privada y los intereses de los propietarios/ciudadanos locales. Con lo cual, una persona podría ingresar visada al territorio solo si es invitada por un propietario local. Esta invitación se podría dar de muchas formas, y la misma estaría también sujeta a las normas y reglas que cada comunidad/municipio adopta. Este visado/permiso existiría para personas que son invitadas con una oferta de trabajo; personas que son invitadas a comprar o alquilar una propiedad (ya sea para consumo o para emprender); personas que viajan por puro ocio, donde las mismas comunidades que ofrecen servicios de turismo deciden a quien dejan entrar en sus hoteles y transitar en sus centros comerciales, playas, parques, etcétera; personas que son invitadas por un propietario para que se hospeden durante un periodo de tiempo determinado. Cada visado debería estar sujeto a muchos casos particulares. De esta forma, no existiría una «libre entrada», existiría una frontera y un sistema de entrada mas acorde a las preferencias de los propietarios locales.
Por lo tanto, de este modo, los movimientos migratorios se manifestarían de forma gradual y espontánea, y no como un imán u ola de millones de personas debido a los incentivos desvirtuados por gobiernos que proveen de servicios, bienes y espacios públicos (financiados por los ciudadanos locales) de forma “gratuita” para cualquier persona que entra al territorio sin el permiso correspondiente.
Por ejemplo, tomando el caso de los refugiados y siguiendo nuestro análisis, muchos de ellos podrían tener asilo pero solo con la aprobación de propietarios locales (sponsors) que están dispuestos a pagar el costo de vida del inmigrante temporal en cuestión (y no por medio de la colectivista financiación estatal con entrada libre). De esta forma solo existiría un numero selectivo de refugiados, y los mismos estarían bajo control por medio del visado/permiso correspondiente.
Haciendo un paréntesis, me gustaría aclarar que en el aspecto económico/productivo cada nuevo inmigrante formal provee de un beneficio a la sociedad, y no perjuicio (como se suele escuchar). Esto se debe a que el nuevo habitante será un nuevo productor de bienes y/o servicios como empleado, inversor o empresario, incentivando definitivamente la apertura de nuevos negocios. Y este fenómeno produce un significativo aumento de la oferta e innovación en bienes y servicios y, por consiguiente, un aumento en las tasas de capitalización y los salarios reales. Con lo cual la alta productividad del inmigrante para la sociedad es definitivamente indiscutible, siempre y cuando no reciba subsidios estatales.
Podemos concluir que un control estatal debe existir mientras exista el Estado, pero el mismo debe estar comprendido por un sistema de visado eficiente, que responda a las preferencias culturales de los propietarios locales, y por una frontera mayor o menormente protegida de acuerdo al nivel de civilización de la nación limítrofe. Pensar que el Estado debe subsidiar la “libre movilidad” por medio del espacio público local, pagado por los contribuyentes, definitivamente desvirtúa los incentivos sociales de movilidad y contratación espontánea, y además termina violando la propiedad privada de los locales. Por ultimo, y dando pie a otros dos grandes debates, habría que terminar con dos problemas que sin duda alguna desvirtúan fuertemente los incentivos que hacen al desarrollo de fronteras entre las naciones: el narcotráfico y el estado de bienestar.
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